La cocina y el lavadero son dos de los espacios más utilizados en el hogar. Son funcionales, sí, pero también suelen convertirse en el lugar donde se acumulan objetos sin un criterio claro. Este lavadero no era la excepción. Aunque estaba bien equipado, tenía todos los productos y utensilios expuestos en estantes abiertos, lo que generaba una sensación de desorden visual y falta de estructura.
Más que solo ordenar.
El espacio era pequeño y compartía cercanía con la cocina, lo que hacía aún más importante encontrar una solución práctica y estética. No solo debíamos organizar cada objeto, sino también hacer que el conjunto se viera armonioso, limpio y fácil de mantener.
Cada cosa en su lugar, sin perder estilo.
Empezamos con lo más importante: revisar y seleccionar. Separar lo esencial de lo innecesario es el primer paso para optimizar cualquier espacio. Reducimos la cantidad de elementos repetidos, descartamos lo que estaba en mal estado y reorganizamos todo en categorías lógicas.
Para mejorar la estética y funcionalidad, reemplazamos los envases originales por growlers de vidrio etiquetados para productos como lavandina, jabón líquido, suavizante y vinagre. Esto no solo aportó uniformidad visual, sino que también facilitó el acceso a cada producto.
Además, incorporamos contenedores plásticos para agrupar trapos, productos de reposición y broches, destinando un lugar específico para cada elemento. El balde y la palangana encontraron su espacio ideal, y la ropa sucia y limpia quedó correctamente separada.
Orden que se siente y se ve.
Lo que antes era un espacio sobrecargado y sin estructura ahora es un lavadero organizado, funcional y agradable a la vista. Cada elemento tiene su lugar, el acceso a los productos es más sencillo y la sensación de armonía es instantánea.
A veces, pequeños cambios generan grandes transformaciones. Ordenar no es solo acomodar, es darle sentido al espacio para que cada rincón del hogar se sienta en equilibrio. ¿Te imaginás lo que podríamos hacer en el tuyo?