Un vestidor pensado desde cero: cuando el diseño se encuentra con la organización

Hay espacios que nacen con un propósito claro, casi soñados. Este vestidor fue uno de ellos. Diseñado desde cero por una decoradora, no se trataba de reorganizar lo que ya existía, sino de construir un universo nuevo a partir de las verdaderas necesidades de quien iba a habitarlo.

Desde el primer momento supimos que se trataba de un espacio único. No era un vestidor genérico, era un lugar pensado con intención, donde cada rincón respondía a lo que la dueña usaba, necesitaba y valoraba. Había estantes altos diseñados especialmente para botas largas (esas que tantas veces terminan dobladas en un rincón), espacios de colgado acotados porque no abundaban los trajes ni camisas, pero sí las carteras, los sombreros y los accesorios.

El desafío no era ordenar, era respetar una idea

Nuestro trabajo comenzó una vez que la obra estaba terminada. Nos encontramos con un vestidor vacío, listo para ser habitado. Y ahí empezó el verdadero desafío: dar vida al espacio sin traicionar su diseño original, potenciando cada detalle funcional y estético. Teníamos que ordenar con sentido, optimizar el espacio sin perder de vista la belleza y la intención del proyecto.

Una organización pensada hasta en los pequeños gestos

Cada decisión fue tomada con precisión: usamos insumos especiales para que las botas se mantuvieran de pie, las organizamos por color y uso. Las carteras recibieron su lugar en estantes curvos y las rellenamos con polivol para que conservaran su forma. El calzado deportivo fue acomodado por categoría, y toda la ropa interior y los accesorios se ubicaron en contenedores dentro de los cajones, bajo un vidrio que permitía ver todo de un vistazo.

También estaba ese mueble tocador con espejo, a medida, que merecía una organización especial. Así lo hicimos: cada cajón con su categoría, cuidando la estética y la funcionalidad. Nada quedó librado al azar.

Una transformación sin desorden previo, pero con mucho propósito

Esta organización fue distinta: no llegamos a poner orden en el caos, sino a dar estructura desde el inicio. Fue como armar un rompecabezas que ya conocía sus piezas. No hubo descarte, pero sí mucha escucha, planificación y detalle.

Porque un vestidor no se trata solo de guardar ropa. Se trata de tener un espacio que refleje quiénes somos, lo que usamos y lo que nos hace sentir bien.

Diseñar un espacio desde cero es una oportunidad para pensar en cómo queremos vivirlo. Y cuando ese diseño se encuentra con una organización a medida, el resultado se siente en cada rincón.

¿Te imaginás cómo sería tener un vestidor así?

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